Esta vez, quería que Miguel Ángel no llegara a casa muy cansado. Voy a ser sincero: no quería cansarme yo.
Nos fuimos al Código de Barras a que degustara las perfectas fisuras (aunque algo cortas) que ofrece su vertical peñasco.
Y cuando estaba bajando del "Diedro del Goli" arranca el pedazo de laja. Está muy fuertecito el amiguete.
Ahora la laja es perfecta para llegar a las fisuras sin pincharse.
Por fin, un día sin volver con unas agujetas infernales.