Me produce nostalgia pasar por el Asador de Aranda en pleno centro de Madrid al lado de Callao. Cuando terminaba de estudiar en la biblioteca me decía a mí mismo: Voy a tomarme un vino rosado con Paco y que me cuente alguna historia.
Era una maravilla juntarme contigo allí en esa barra, picar algo que nos sacaban y reírnos mucho de la vida juntos. Carcajadas sonoras y señoras con collar de perlas nos observan. Porque un chaval de 26 años trajinando con un señor de aspecto aventurero y busca vidas... Seguro que daba para dar rienda suelta a la imaginación y comentar.
Por eso cuando paso por allí te recuerdo y no puedo hacer otra cosa que sonreír, añorar esos días y pensar que algún día volveremos a troncharnos de risa.
¡Otro homenaje a ti, Mogo!
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