Toda mi vida siendo rebelde, diferente, irreverente, ácrata, asocial, canalla y sobre todo libre. Libre para ir a escalar el fin de semana (o en otros tiempos sin responsabilidades de lunes a domingo) libre para hacer lo que me salía de las narices (sin dañar a nada ni a nadie, quizás a mí mismo).
Toda la libertad y la "manga ancha" que tenía en el monte, desde chapotear en los charcos y manchar mis botas, beberme una botella de vino con mis amigos, dormir al raso y hacer una hoguera, abrir vías de escalada y poner el nombre que yo quisiera o que la situación acompañe.
Es precisamente esto ultimo lo que me inquieta. Resulta que ahora "algunos" nombres de las vías preocupan y lastiman, hieren la sensibilidad de ¿alguien? ¿De quienes?
Hablan en esa página post moderna, al estilo woke, que se lleva ahora tanto de moda (que la sociedad una gran parte, apoya y tolera) Son todos esos ¿escaladores? de rocódromo, urbanitas, que predican esa demencia nihilista del todo vale; pero que luego nos quieren imponer sus dogmas y si no estamos de acuerdo con ellos nos tachan de fascistas (lo primerísimo) de misóginos, de neandertales y trogloditas...
Cuando yo llegué a ésta forma de vida que es la montaña y todo lo que conlleva, había normas no escritas y tratados éticos que se aprendían mirado atrás, a nuestros antecesores. Comprendiendo con ellos y fijándonos en su ejemplo.
Por suerte Gonzalo Pernas ha plasmado en un artículo todo lo que quisiera decir.
Hay mucha gente no sabe vivir en libertad...
ResponderEliminarMucha? la libertad real les asusta... Como decían: La verdad os hará libres
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