Texto de Andrés Campos, extraido de la página web elpais.com
Borrachera de granito
Lo más llamativo de esta peña no es su forma de pernil o -cual fue la
vieja idea pastoril- de bota de vino. Ni su altura, a pesar de que
excede de los 40 metros sobre el terreno y los 1.900 sobre el mar. Lo
más llamativo es la soledad de su emplazamiento, sin otra roca a la
vista en varios hectómetros a la redonda, en mitad de la ladera que
repecha desde las tollas de Prado Poyos hasta las torres que cierran la
Pedriza posterior, augusto circo serrano donde la Bota finge un exótico
obelisco plantado por el capricho de algún emperador.
La soledad de la Bota es la soledad del montañero Santiago Fernández
Ruau, que tocar solía la ocarina a su sombra a principios del pasado
siglo, cuando sólo un pastor, al que decían El Capitán, sendereaba su
hato por estos andurriales de Prado Poyos. Guarnicionero de profesión,
Ruau fabricaba hondas con las que retaba a los cabreros a concursos de
puntería -curiosamente, sobre botas de vino- en las vecindades del
risco, y también bolsas de cuero para premiar a aquellos a los que todas
las veces, menos una, venció. Se despeñó en 1956, mientras vagabundeaba
solo por la sierra, como siempre gustó.
La Bota es como un obelisco plantado por el capricho de algún emperador
Y es también la soledad vertiginosa de Teógenes Díaz y Ángel Tresaco,
miembros de la Sociedad Peñalara que en 1932 efectuaron la primera
ascensión a la Bota y, lo que es más memorable, el primer descenso en
rápel de la Pedriza, técnica que abrió la veda para atacar los canchos
más pingorotudos del macizo. Aún hoy, con sus 95 años a cuestas, Tresaco
está escalando en una residencia de Neguri ese risco sin cima aparente,
sin bajada posible y más solitario todavía que la Bota, al que, para
abreviar, llamamos vida.
Relegada por los escaladores, que ya no la juzgan reto suficiente, y
por los caminantes, que sólo vamos donde va Vicente, la Bota es un
destino olvidado que exige armarse de nostalgia, casi tanto como de un
plano y un altímetro. Provistos de todo ello, saldremos del aparcamiento
de Canto Cochino (altitud, 1.025 metros), cruzando el puente sobre el
Manzanares para remontar el vecino arroyo de la Majadilla por sendero
marcado con trazos de pintura blanca y roja. A los tres cuartos de hora
llegaremos a otro puente (1.160 metros), que no pasaremos, sino que
seguiremos hacia el norte por el vallejo del arroyo de los Poyos,
rastreando ahora una senda con señales blancas y amarillas que sube
vuelta a vuelta hasta la meseta de los Llanillos.
La densidad del pinar en esta zona es tal que apenas veremos algo
digno de mención, como no sean los cuatro grandes hitos del cruce
conocido como Cuatro Caminos (1.425 metros; una hora y media). De
frente, sin dejar la senda señalizada, treparemos por el roquedo y el
espeso bosque hasta alcanzar un punto (1.720 metros; dos horas y media)
en que vislumbraremos la punta de la Bota a través de la fronda -arriba,
a la derecha-, así como una borrosa vereda que, saltando un regato, se
asoma al cercano raso de Prado Poyos.
No será ésta, empero, la desviación que habremos de tomar, sino otra
que aparecerá un cuarto de hora después, a 1.800 metros de altura,
marcada con dos señales consecutivas de dirección errónea -un aspa
blanca y amarilla-, y que nos pondrá en cinco minutos, atrochando por el
selvático pinar, en el canchal que sirve de peana a la Bota. Allí
veremos, a nuestros pies, el recóndito Prado Poyos, rezumando las linfas
del arroyo que brinca y cabrillea peñas abajo. Y también veremos a esas
otras amigas de la soledad, las cabras monteses -introducidas en la
Pedriza en 1990-, que hacen con sus vientos de zaga la única música que
aquí ha sonado desde que Ruau tocara la ocarina.
De vuelta en la senda principal, y antes de emprender el regreso,
ascenderemos otro poco hasta el final del pinar, cerca ya del collado
del Miradero (1.875 metros), donde se goza una excelente perspectiva
aérea de la Bota, esa borracha de granito que ya nos hubiera gustado
ordeñar con Ruau, Teógenes y Tresaco si la Pedriza solitaria que ellos
descubrieron no nos hubiera pillado tan a destiempo. Salud.
Despues de éste primer relato de una historia más en la Pedriza, en la que los personajes (entre ellos el más llamativo Teógenes)
te suenan ya vas entendiendo porque y cómo escalaban.
Ahora paso a comentar tranquilamente y con mucha ilusión mi primera ascensión a la Bota de la Pedriza. La visión de alguien con un concepto de la escalada "moderna" ante una vía "antigua" conocida como clásica.
Después de una caminata muy larga y habiendo llenado las cantimploras en el último arroyo, llegamos a la Bota. Unos veteranos montañeros nos acompañan en casi el último tramo y nos recomiendan la mejor aproximación para los dos nóbeles aspirantes a cumbrear la Bota; que somos, mi compañero y yo.
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Primera vista de la Bota |
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Desvío del camino |
Al llegar por ese camino ya en deshuso notamos lo poco frecuentada que está la zona y el mágico encanto de lo que es la primera cima rapelada en la Pedriza.
La vía elegida, la ruta Teógenes abierta por él mismo y Ángel Tresaco en el lejano año de 1932. Es un trazado sinuoso y bastante aéreo donde se pondrá a prueba nuestro nivel real de escalada clásica. Ver los pasos deszifrar el recorrido es bastante sencillo, lo complicado es ejecutar los movimientos con cierto estilo.
Llevamos un juego de friends completo, algunas cintas y anillos y sobre todo muchas ganas por escalar y revivir esos pasos que Teógenes imaginó y realizó en su época.
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Entrada desde la izquierda y descender a la travesía |
La vía comienza en su cara Norte propiamente y asciende en una travesia hacía derechas muy bonita y algo exigente (V+) protegida con material flotante y dos clavos fijos en la vía. La reunión se efectúa en un pequeño collado con un puente de roca no muy sólido, a reforzar con friends.
Estoy tan agusto en estos pasos que puedo permitirme sacar la cámara y fotografiar el ambiente y los seguros que encuentro.
Al rato me sitúo ya con la reunión perfecta y mi compañero sube por la otra cara el primer largo de unos 15 metros aproximadamente.
Va sacando los pasos cómodamente con la cuerda no muy tensa.
Llegamos a la reunión y como me ve muy ilusionado y no tiene muy claro el paso de hombros me deja hacerme el siguiente largo. Es un largo muy disfrutón.
Tiene unos pasos de roca algo arenosa pero con fisuras francas donde antes colocaban clavos y ahora nuestros friends entran perfectamente gracias a ese desgaste.
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Vista desde la primera reunión |
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En la arista de la cara Sur |
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En el siguiente paso el croquis antiguo marca una reunión para hacer el famoso paso de hombros que Teógenes y Tresaco hicieron en su día. Actualmente protegemos con friends medianos la fisura y damos un paso atlético de V+ sobre una huevera y nos plantamos en la cumbre muy satisfechos y embelesados por el encanto de la escalada clásica.
Una mirada al pasado y observar la técnica del rápel en contrapeso de esa seta marcada con la maza para poder usarla cómo seguro y rapelar. Romántico y bastante arriesgado.
En un rápel de 20 metros justos estamos en el pie de vía donde hemos comenzado la ascensión.
Una cumbre muy recomendable, para un Pedricero debería ser de obligado cumplimiento y resuelta su cima con humildad, respeto y algo de valor.
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Vistas desde el collado |
Una cumbre a la que he de volver sin duda, tengo ganas.